Aunque los padres agotados de intentar alimentar a sus niños no lo sepan, en los infantes, el ser quisquillosos con la comida, es una ventaja, porque al ser más vulnerables a los envenenamientos, es bueno para ellos ser reticentes a nuevos sabores.
Los adultos, generalmente hablando, son más abiertos a probar platos nuevos, pero algunos tienen un sentido del gusto más agudo, que puede volverlos más quisquillosos que un niño caprichoso. Eso depende también de sus experiencias pasadas con comidas desconocidas.
Desórdenes relacionados con el autismo también pueden hacer que la gente sea menos receptiva a experimentar con lo que come.
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